Hubo un tiempo en el que las barcas navegaban románticamente por las
aguas del río Duero entre San Juan y San Saturio. El antiguo
embarcadero, la terraza del Augusto, los descapotables que hoy ya son de
época y el río Duero alrededor asemejaba a las redes fluviales de
grandes ciudades europeas. La capital quiere recuperar esas vivencias de
antaño.
José, un “soriano de los de siempre” como le gusta a él decir, cree
que a los jóvenes les gustan “más las maquinitas que las barquitas”.
“Era un sitio donde quedábamos los jóvenes todos los veranos”, dice José
con cierta nostalgia, para quien, aunque se ha intentado recuperar el
entorno, “ya no es lo mismo”.
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